miércoles, 23 de octubre de 2013

Pijamas de pino

Un día me levanté y la muerte me encontró en pijama
(los días trágicos también empiezan en pijama),
y el cadáver de mi abuelo fue despedazado por palomas, flores y besos.
El reloj se derramaba en los cuadros del tanatorio y las sillas eran cómodas.
Un día me levantaré y de las manos deformes de mi abuela
sólo quedará el polvo de los huesos de mis hijos,
y se acabarán los cuentos de buenas noches y el calor y el conservadurismo,
y el calor.
Un día me levantaré y la historia se habrá tragado a los que amé,
y a mis poemas,
y a todo lo que odié,
y a los edificios de los que no conseguí escapar,
y a los árboles que deseé que nos invadieran.
Y al cielo, al cielo. ¿Cómo va a vivir alguien sin ver el cielo?
Y a las palabras, a las palabras de amor, a las palabras rotas, olvidadas, prohibidas, frágiles, eternamente caducas,
a las palabras, mi vida,
a tu cuerpo contra el mío
y a la fina lluvia de agujas que es tu tristeza.
Y a mí, desnuda, pensativa, remendada,
también me encontrará la muerte.

Un día no me levantaré.

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