sábado, 16 de febrero de 2013

A veces libre


Este es Carlo Platko.
A Carlo Platko le gusta leer, caminar y estar solo, en resumen: le gusta ser Carlo Platko. A veces Carlo Platko también escucha el mar, pero sólo cuando está totalmente seguro de que el mar no le puede escuchar a él, y siempre desde una distancia prudencial. Entre las hojas de una palmera, donde mis olas no puedan encontarle.
Sin embargo, incluso Carlo Platko necesita el mar de vez en cuando.

Carlo Platko sonríe porque no hay barcos a la vista y hunde los dedos en la arena húmeda. Carlo Platko tiene esa clase de sonrisa que detiene las olas y a la vez hace que luchen entre sí por correr a lamerle. Carlo Platko tiene esa clase de sonrisa de la gente que nunca ha sonreído mucho.

¡Carlo Platko! Ahogado en la luz, sus dedos se aferran al lomo de un libro para sobrevivir. Aunque esta banda sonora dé mucho miedo y no haya nadie enfrente de Carlo Platko que quiera hundirse en su lugar. Justo como planeó.

¿Carlo Platko? ¡Suelta esas fórmulas químicas y mírame! ¡Mírame! Mírame...
Tomamos aliento...
Y esos ojos verdes que secuestran sin darse cuenta...
Y esos ojos incomprensibles fugándose entre la espuma rabiosa...

Carlo Platko escupe y traga y en el mundo sensible nos duele el cuello. La voz de Carlo Platko es pueril, en ocasiones congestionada. A veces libre.
 —Sé a sal.
Y es mío, y esa humilde perfección me dura un instante. A veces libre.


Nadie se olvida, Carlo Platko.
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
No, nadie, nadie, nadie.
Nadie es a veces libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario